Carmen de Mairena

Miguel nace a principios de los años treinta, justo cuando en Barcelona se vive «la edad de oro del transformismo», y aunque ni él ni sus padres lo saben en ese momento, va a dar mucho de que hablar, va a hablar mucho y también va a cantar; pero, sobre todo, va a dar el cante. Esta es parte de su vida... y por qué no decirlo también, parte de la de muchos de nosotros. Desde su más tierna infancia ya se ve claro que Miguel quiere ser artista. Incluso su padre, un aragonés muy aficionado a cantar jotas, celebra la vocación de su hijo y la potencia con un regalo que le cambia la vida: un gramófono. El gramófono se convierte en la primera pareja artística de Miguel. Con él, pasa su infancia y adolescencia cantando a dúo con todos sus ídolos. Son tales su vocación y sus ganas de ser artista, que Miguel convence a su madre para que lo lleve, con dieciséis años, a la sala Ambos Mundos del Paralelo barcelonés, un local de variedades donde buscan nuevos talentos.

Carmen quiere la fama y la quiere como sea. Si le dicen de hacer un bolo, dice que sí. Y si le dicen de hacer una película, pues también dice que sí. Carmen participa en el rodaje de «Makinavaja, el último "choriso"». Pero esto no es nada en comparación con todo lo que le va a venir encima. La vida de Carmen está a punto de cambiar. Todo empieza el día que acompaña a su amigo, el gran Titi, a la tele en 1994. Primero fue «Força Barça»; después, «Crónicas Marcianas». Nos lo explican Javier Cárdenas y Carlos Latre. El éxito le trae la fama, la fama le trae el dinero, y el dinero le trae a Carmen gente que se aprovecha de su generosidad.

Finales de los años cincuenta. Miguel de Mairena participa en un concurso de talentos juvenil patrocinado por fajas Jumar y emitido por Radio Barcelona. Así lo describían entonces: «Uno de los grandes artistas trágicos de la época, pero sin llegar al patetismo o al desgarro de otros, porque era demasiado guapo para creérselo. Una guapura tosca si se quiere, pero con grandes ojos nublados de tormentas y unos labios que se deshacían en una boca inquieta que no le permitían salir del registro. Ni falta que le hacía. Tenía aspecto de gitano navajero sin serlo. Su estilo estaba entre un Miguel de Molina, Pedrito Rico y Antonio Amaya. Así era el Miguel de Mairena artista». Miguel tiene claro que quiere triunfar y hacerse un nombre dentro del mundillo, sea como sea. En la actualidad, se abriría un canal de YouTube, un Instagram o un TikTok; o incluso iría a «Operación Triunfo». Pero son otros tiempos y las cosas se hacen de forma diferente. A principios de los setenta, Miguel ya es un habitual de los locales del Paralelo. Empieza a coquetear con el travestismo, pero todavía solo en el escenario. A partir de aquí comienza la transformación de Miguel a Carmen de Mairena. Los años ochenta serán clave para alcanzar un cambio que no solo será físico…