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Las guerras de Ultramar, conocidas tambin con el nombre de las Cruzadas, proyectadas y propuestas por un ermitao llamado Pedro, natural de Amiens, que se anunciaba como mensajero de Jesucristo: apoyadas fervorosamente en los concilios de Plasencia y Claramonte: sostenidas con admirable empeo e inters por la poltica de los pontfices romanos, cuyas exhortaciones e indulgencias conmovieron a toda la cristiandad; y ejecutadas por la devocin y condescendencia de todos los prncipes cristianos y sus sbditos, con una constancia, con un celo y valor dignos de mejor suerte y destino, forman una poca muy sealada en la historia de la Edad Media, as por el espritu religioso y militar, de piedad y de caballera que las distingue, como por las grandes consecuencias que tuvieron despus en las costumbres, y en la cultura e ilustracin de los latinos o europeos occidentales.Algunos escritores, como Paulo Emilio, Sandoval, que le sigue sin examen, Vertot, Sueyro y otros, excluyen a nuestra nacin del nmero de las que tuvieron parte en aquellas santas expediciones, bajo el honorfico pretexto de hallarse sus soberanos de Castilla, de Aragn y de Navarra, demasiado ocupados en combatir a los rabes y sarracenos de Espaa; y aunque sea cierto que esta digna y heroica ocupacin no permiti que aquellos reyes tomasen a los principios una parte activa y directa, tambin lo es que partieron, sin embargo, muchas tropas espaolas y gran nmero de campeones, que se distinguieron por sus proezas como era natural, si atendemos al carcter caballeresco de aquellos siglos y a la condicin o clase de unas empresas, que reunan el espritu de la religin al valor y al entusiasmo militar.Para demostrar esta verdad nos ser preciso examinar los enlaces y conexiones de nuestros reyes entre s, y con los prncipes franceses que ms se distinguieron en las Cruzadas; y de este examen y de otros hechos autorizados, resultar con evidencia que los castellanos, los aragoneses, portugueses y navarros, lograron adquirir en la Siria y en la Palestina iguales laureles, que los que haban obtenido otros caudillos extranjeros en Espaa; cuya pennsula haba sido hasta entonces la escuela donde se doctrinaron en la ciencia militar varios aventureros y auxiliares, que tanto sobresalieron despus en los mismos viajes y guerras de Ultramar.

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